A— Lo que recuerdo de esa etapa es la alegría que me causaba ir a ensayar, las amistades que se generaban dentro del grupo, recuerdo también haber visto llorar a mi profesora porque las cosas no salían como ella esperaba.
B— Bailar te libera, te pone en forma. Además, permite comunicarte y expresarte. Nuestro cuerpo está hecho para moverse, aprender técnicas distintas, mejorar físicamente, ponerse a prueba en otras áreas... La gente se lo pasa bien bailando.
C— Pienso que me inclino más por la enseñanza, ya que puedo hacer o intento hacer realidad los sueños de un niño o un joven que desea bailar y pues lo intento hacer de la manera más honesta y sincera posible.
D— Debía de tener cuatro o cinco años cuando me apunté a una escuela muy pequeña de ballet clásico. A la edad de quince años, me apunté a la Escuela de Danza María de Ávila y ya tenía claro que quería dedicarme a esto a nivel profesional.
E— Si, he tenido suerte de trabajar en grupos muy diferentes y siempre he tenido la capacidad de adaptarme a cada uno de ellos. Creo que es muy importante ser como un camaleón en esta profesión.
F— Que trabaja con seres humanos, lo que implica saber relacionarse, escuchar a los demás; comprender que otras personas tienen sus necesidades, sus opiniones, sus propias historias.
G— En las clases de iniciación enseño los principios básicos: técnicas de respiración, principales movimientos corporales, ejercicios para estirar los músculos, etc. En danza es necesario trabajar mucho la memoria muscular hasta que un movimiento no sea automático.
H— Yo creo que un poco de cada sitio. Tengo una cabeza que trabaja por sí sola, a veces creo que ella va diez pasos por delante de mí. Tengo muchos amigos con los que trabajo fuera, en Barcelona, en Madrid... Veo las ilusiones que tienen y eso me inspira también.