La madre de Thomas Edison: el poder de las palabras
Voy a relatar, para nuestra reflexión, una anécdota que le ocurrió a Thomas Edison, uno de los mayores inventores de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Cierto día, cuando Thomas tenía ocho años, llegó a casa, le dio a su madre una nota y le comunicó: “Mi maestro me dio esta nota diciendo que solo se la entregara a mi madre”. Ella abrió la carta y la leyó en voz alta con los ojos llenos de lágrimas. La nota decía: “Su hijo es un genio, señora Edison. Nuestra escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarle. Por favor, enséñele usted en casa”. La madre abrazó a Thomas y le dijo que no se preocupara, que a partir de ese momento se encargaría personalmente de su educación. Y eso fue exactamente lo que sucedió.
Ya de mayor, muchos años después de la muerte de su madre, Edison estaba ordenando algunas cosas antiguas de la familia y en el escritorio vio aquel papel que su profesor le pidió entregar a su madre. En el mensaje estaba escrito: “Señora, su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela”. Edison lloró y se quedó muy emocionado. Cuando se repuso, escribió en su diario: “Thomas Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero gracias a una madre heroica se convirtió en el genio del siglo”.
Impresionante la reacción de su madre, ¿verdad? En lugar de leer lo que realmente decía la carta y con ello hacer daño a su hijo, le inyectó la seguridad en sí mismo.
En efecto, Thomas tuvo bastantes problemas en el colegio. Era un niño hiperactivo y propenso a la distracción; además, a consecuencia de la escarlatina, se quedó parcialmente sordo. Quizás por eso sus profesores no lo tenían como nada brillante y lo castigaban con frecuencia. Finalmente, su madre, que también era maestra, decidió que los métodos y las habilidades de los profesores eran inadecuados, sacó al niño de la escuela y lo educó en casa, hecho que Edison le agradecía siempre. Ella supo transmitirle no solo amplios conocimientos, sino también cosas muy difíciles de enseñar: la curiosidad por las cosas y los fenómenos, la persistencia en el trabajo y el deseo de leer.
Precisamente la lectura de los libros que le proporcionó su madre creó en Thomas una gran fascinación por la experimentación. Y, desde los diez años, realizaba experimentos en el cuarto trastero que se encontraba junto a la cocina. Con doce años vendía periódicos y chucherías en los trenes para comprar sustancias y aparatos necesarios para sus experimentos de laboratorio. Y años después, con más de mil patentes, llegó a ser uno de los inventores más creativos de la era moderna.
Hablando de los experimentos, el autor afirma que Thomas
Alos realizaba a pesar de las protestas de su madre.
Btenía que trabajar para poder pagarlos.
Ctenía que realizarlos fuera de su casa.
Dcompraba libros especializados para aprender a hacerlos.