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La siesta
Ya se sabe que el verano es una época escasa en noticias y que los periódicos encuentran dificultades para llenar sus páginas. Quizá por eso todos los años en esa época aparece en los periódicos algún artículo en el que se comentan las virtudes de la siesta. Y, sin embargo, para algunos felices mortales, la siesta no es una actividad que se limite al verano, sino algo que se practica casi profesionalmente todo el año.
Todos los miembros de mi familia somos entusiastas de la siesta. En mi casa, los fines de semana, se descuelga el teléfono y no se oye ni una mosca después de la comida. Por eso nos ha gustado mucho el artículo en el que se afirma que, según un estudio de la Universidad Rockefeller, la siesta tiene una base biológica y que, a lo mejor, la tendencia de algunas personas a sestear está determinada por los genes.
Lo que está claro es que la siesta no es necesariamente cosa de vagos. Los científicos afirman que ella es beneficiosa para la salud, pero, desgraciadamente, muchos adultos padecen una falta crónica de sueño; esto puede incrementar el riesgo de enfermedades y es la causa indirecta de muchos accidentes.
A primera vista puede parecer que esta afición de mi familia es compartida por la mayoría de los españoles porque entre las dos y las tres y media de la tarde las calles suelen estar casi desiertas, sobre todo en verano; pero las estadísticas indican que no es así: solo uno de cada diez españoles duerme la siesta regularmente.
La sociedad española sufre un alto déficit de sueño porque se va amoldando a los hábitos y horarios del resto de los países desarrollados sin abandonar otras costumbres, como la de cenar muy tarde e irse a la cama pasada la medianoche.
Cuando se habla de la siesta, sus críticos suelen decir que no les gusta porque los deja atontados, con la cabeza pesada y de mal humor. Sin embargo, muchos afirman que esta primera sensación de aturdimiento desaparece después de unos 15 o 20 minutos y que, una vez pasado ese tiempo, la productividad es mucho mayor que antes del descanso. Todo parece indicar que la duración ideal de la siesta no debe superar los 30 minutos, tiempo suficiente para “recargar las pilas”.
Uno de los grandes (y falsos) mitos es el de que la siesta engorda. Muy al contrario: investigaciones recientes han demostrado que no dormir lo suficiente reduce los niveles de leptina, la hormona que regula el apetito, y aumenta los de grelina, la hormona cuyo exceso nos incita a comer más de la cuenta.
De acuerdo con el texto, la siesta la duerme
Ael 10% de los españoles.
Bel 15% de los españoles.
Cel 20% de los españoles.
Del 30% de los españoles.